AI-tocracia en China: cuando la inteligencia artificial refuerza la represión

La innovación y el régimen autoritario a veces van de la mano y terminan alimentándose mutuamente. Así lo demuestra un estudio del MIT sobre el desarrollo de tecnologías de videovigilancia de reconocimiento facial basadas en IA en China. Explicaciones.

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Históricamente, frente a la innovación tecnológica, los regímenes autoritarios a menudo opusieron resistencia. En casi todos los casos, las revoluciones tecnológicas son percibidas como elementos desestabilizadores que debilitan el poder. Al fin y al cabo, al no innovar, estos países acaban tarde o temprano en declive, al menos económicamente al principio. Esto es una generalidad pero, al estudiar el caso específico de China, investigadores del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), la Fundación Nacional de Ciencias, la Universidad de Harvard y otras instituciones británicas han descubierto que el país aprovecha la innovación para controlar mejor a las poblaciones disidentes y asegurar su desarrollo económico.

En el Reino Medio, las tecnologías en torno al reconocimiento facial impulsadas con inteligencia artificial han sido implementadas masivamente por el gobierno durante años. Una forma de sofocar y limitar las protestas. Es así como, en su estudio, los científicos descubrieron que en los puntos más “tensos” de China hay más compras gubernamentales de estos sistemas de identificación de población potenciados por IA.

Parece que, si el régimen invierte enormemente en estas IA para asegurar su control político, esto también tiene el efecto de estimular la innovación para exportarla internacionalmente. Los investigadores han llamado a este fenómeno AI-tocracia. En otras palabras, los desarrollos de la IA sirven tanto para reprimir disputas como para garantizar la capacidad de innovación del país.

Para consolidar su estudio, el equipo utilizó datos del proyecto GDELT (Global DatabaseDatabase of Events, Language, and Tone). Este proyecto viene a grabar feeds de noticias a escala global. Así, se contabilizaron 9.267 disturbios políticos locales entre 2014 y 2020 en el país. Mezclaron estos datos con casi 3 millones de contratos públicos emitidos por el gobierno entre 2013 y 2019. Descubrieron que la compra por parte de las autoridades locales de cámaras y sistemas de reconocimiento facial asistidos por IA había aumentado sistemáticamente unos meses después de un episodio de disturbios públicos en estas regiones.

Arriba, áreas de disturbios locales en partes de China. En la parte inferior, inversiones en sistemas de reconocimiento facial impulsados ​​por IA. © Revista trimestral de economía

Silenciar la oposición desarrolla innovación

Saber si el uso de este equipo ha silenciado mejor a la oposición sigue siendo difícil de saber, incluso si los investigadores creen que este es el caso. Según sus hallazgos, las tecnologías se implementaron cuando hubo protestas. Cada vez, el nivel de protesta se redujo. En cuanto al desarrollo económico por estos equipos, se desprende que las empresas que obtienen los contratos diseñan cerca de un 50% más de herramientas tecnológicas en los siguientes dos años.

En otras palabras, este impulso del gobierno hacia un mayor autoritarismo da un impulso real al desarrollo de tecnologías y, en particular, aquellas en torno a la IA. Un crecimiento que no podría haber existido de otro modo según el estudio. Los investigadores ahora se centrarán más específicamente en algunos de sus hallazgos y, en particular, en la exportación de estas tecnologías avanzadas.

La comercialización de estas herramientas de reconocimiento facial en el extranjero ya muestra que la represión gubernamental bien podría convertirse en un fenómeno global, dicen. En Francia, la tentación en torno a estas herramientas es fuerte, como lo demuestra la llamada ley JO 2024, la experimentación de cámaras equipadas con sistemas de reconocimiento facial durante grandes eventos públicos. Recientemente, el Senado votó a favor del uso de estos sistemas impulsados ​​por IA para la vigilancia en tiempo real en espacios públicos. Una intención que va en contra de una decisión de la Unión Europea que se basa en cambio en un marco estricto para el uso de la IA para monitorear mejor a las poblaciones.

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