En Australia, el desarrollo del biochip Dishbrain es de gran interés para los militares. Combinado con IA, este chip alimentado por células cerebrales humanas bien podría revolucionar el aprendizaje automático y crear verdaderos robots asesinos autónomos, que piensen como humanos.
La inteligencia artificial y los robots estarán en el centro de futuros conflictos. Más que cyborgs, sin duda veremos robots asesinos autónomos dotados de inteligencia artificial semibiológica. Les ayudará a aprender mejor de sus experiencias de combate para afinar sus decisiones ante nuevas situaciones. Y ya no es ciencia ficción, ya que existe un chip de computadora que mezcla microelectrodos y células cerebrales humanas y animales. Creado por la Universidad de Monash en Australia, este chip se llama Dishbrain. Comprende 800.000 células cerebrales humanas y de ratón cultivadas en el laboratorio en un baño de electrodos. El año pasado, este sistema fue capaz de aprender a jugar Pong en cinco minutos. Todavía muy lejos del robot asesino que piensa como un humano, la actividad de estas células cerebrales podría leerse y estimularse con señales eléctricas. Para reforzar su aprendizaje, las células fueron recompensadas con un estímulo agradable cuando golpeaban con éxito la pelota.
Biochips para mejorar el pensamiento de los robots
Al fusionar este sistema con IA, este chip semibiológico podría revolucionar el aprendizaje automático. Luego, las máquinas podrían aprender nuevas habilidades utilizando sus viejas experiencias para aprender de ellas y optimizar sus reacciones ante nuevas situaciones. Asimismo, con esta capacidad, estos chips podrían hacer más eficiente el procesamiento, la gestión de la memoria y la energía. Esta inteligencia artificial, capaz de aprender como lo hacen los humanos, podría usarse para todo lo relacionado con vehículos autónomos, vehículos autónomos, drones, drones y robots. Una capacidad que es de gran interés para las fuerzas armadas y, en particular, para la defensa australiana, que acaba de financiar este programa de investigación realizado en asociación con la empresa emergente Cortical Labs de Melbourne. Esta inversión ahora permitirá que el laboratorio redimensione el chip, con la ambición final de reemplazar los chips de silicio-silicio con su equivalente biológico. Para el país, los resultados de este trabajo podrían dar a Australia una ventaja estratégica significativa en muchas áreas, desde las militares hasta las interfaces cerebro-máquina e incluso la investigación farmacéutica.